Las cinco y media de la mañana, un 25 de diciembre, es una hora inhóspita, cuanto menos, para ir a trabajar. El asfalto chirría debajo de unas ruedas que no quisieron madrugar y que transportan sin ganas, como las piernas de un anciano, a un coche helado que tampoco quiso arrancar. Más tarde, el café de máquina donde no se puede descifrar el futuro, la soledad de un centro comercial cerrado y el feliz navidad mohoso, usado, gastado… que, con el tiempo, comienza a sonar como suenan todas las mentiras.
Mañana del 25 de diciembre. ¿Dónde están los regalos? A las ocho ya pretende amanecer. Pero la niebla, densa, ha devorado la avenida desierta, ha engullido al único coche que estaba aparcado y que era el mío, ha disipado cualquier rastro de feliz navidad y curiosamente, la irrealidad en que se sumerge el paisaje que abarca la espesura de esta bruma, es el mejor reflejo de la realidad, el mejor espejo para hoy. Eres más real que la propia realidad, suena en una canción de Springsteen, como un piropo a una mujer. Pero hoy cobra otro sentido, a mis oídos.
Ayer recibí varios mensajes de texto y hoy los recapitulo. Faltaron algunos y los eché de menos. Sin embargo, hubo algunos, que me hicieron olvidar el resto. Con ironía un amigo escribió: Nos joderán la vida pero aún tenemos a las personas que nos quieren y hay que aprovecharlo. Y básicamente, esto es lo importante. Lo demás es secundario. Si hay algo bueno que podemos rescatar de estas fechas es el amor. Juntarnos con seres queridos o simplemente, pensar en ellos, aunque no estén o estén lejos. Y lo demás es superficial.
El mundo no tiene ganas este año de feliz navidad. Sin embargo, siempre hay algo bueno para rescatar. Son las nueve de la mañana. He recibido una llamada de un viejo amigo, al que no veía en un año. La última vez que hablé con él, se había quedado en paro y me dijo que no sabía cómo lo iba a hacer para sobrevivir, ni él ni su familia. Hoy, por el contrario, no paraba de reír. Me contaba que llevaba dos meses trabajando en un bar y las cosas le iban mejor. De fondo, se escuchaban las risas incontenibles de sus dos hijos. Dicen que la navidad está inventada para los niños. Y creo que es verdad. Son las nueve de la mañana y algunos niños abren regalos y sonríen. Otros, disfrutan jugando en la calle con sus amigos. Siempre hay algo bueno que recuperar. Por eso quiero desear hoy felices fiestas a todos los niños, desde los que tienen un año hasta los que tienen cien. Deseo que nunca se pierda (especialmente en esta época) esa parte de ilusión que todos tenemos escondida en algún lugar de nuestro corazón. Deseo que, en cierta manera, nunca dejemos de ser niños.