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Fotografía de Sarah World |
Cuando llega septiembre,
a veces, uno se deja caer
por destartaladas librerías de viejo
donde el polvo de las vidas
y de los siglos
lucha por escribir el absurdo epílogo
de aquellos ejemplares
hacinados en el olvido.
Ejemplares-vidas que callan sus bocas
cuando ya revelaron el secreto
a millones de ojos que lo propagan.
Vidas-ejemplares que enmudecen
recelosos de espléndidos tomos
en cubiertas verde inglés
y encuadernaciones de lujo.
Y entonces cualquier día de septiembre, decía,
uno entra con cuidadoen una vieja almoneda
por no despertar historias dormidas.
Se detiene ante la estantería de pino
y descifra, como puede,
los títulos erosionados al dorso,
aquellos que desafían a la ruina.
Y la ciudad, ese animal alejado, protesta
y el mundo pierde el norte
condenado al monótono engranaje
mientras las hojas amarillas
caen a mi alrededor
de pura lástima.
Hojas muertas por las calles
y en los libros,
como fósiles de un planeta antiguo.
Hojas de otoño en una librería de viejo
escribiendo el prólogo de un abrazo
con promesa de vida.
Cuando llega septiembre, a veces,
uno intenta rescatar
antiguas lecturas
como nuevas pulsiones
que conducen y saben latir
de vuelta al hogar.
Cuando llega septiembre
en una librería de viejo.
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Shakespeare Library, Paris. Fotografía de esta web |
Y es que septiembre no es un mes...es una actitud: