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Jardín Botánico de San Fernando. Abandonado, en pleno centro de Lima (Perú) |
de la despedida que es dulce,
olvidado del café en taza de loza,
del amor en alambre de espino
y la jaula cerrada en el zoológico
que una vez fue mi hogar,
sigo la senda del instinto
y del sexto sentido, perdido,
cuando el hombre dejó de ser animal.
Rota la distancia
con una esencia primitiva,
quedo al límite.
Como horizonte, un abismo
donde solo me rodea la vida.
La noche es oscura
y el canto del ave nocturna,
claro.
Cierro los ojos, doy un paso.
No desfallezco.
Se marchitan los jardines botánicos.
Grita el bosque.
Me acoge un ancestro.
(Fotografía para ilustrar el poema extraída del blog Maquina verde)