Algunos dicen que medieval, otros que si romano. Lo cierto es que solo eres puente y como tal, la elección es sencilla: cruzarte o lanzarse desde tus piedras. Y yo, cansado de esta anodina existencia, había elegido la segunda opción. Pero, a medida que voy cruzándote, el azote del cierzo me transforma. Una luz cegadora nace en el arrabal de la otra orilla. Siento mi melena al viento, siento desentumecer mis piernas, siento vida y solo quiero gritar, rugir de alegría.
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